Como casi todo en las culturas occidentales, los anillos de compromiso tienen a su abuelo en el Antiguo Egipto donde las futuras novias lo lucían en el dedo anular ya que creían que mediante esta pieza de hueso, fibras de plantas, marfil o cuero el amor quedaba atado y no podía escapar a través de la punta de los dedos.
…Y el miedo también influyó porque los dioses del Sol y la Luna en Egipto eran temidos y adorados a la vez y los anillos simbolizaban a dichas deidades las cuales estaban relacionados con el hogar y el cuidado de los bienes que se encontraron en él.
En la época de los Romanos, se usaba un aro de hierro que simbolizaba el sentido cíclico y eterno de la vida y cuando un hombre pretendía a una mujer éste le daba un anillo al padre de la novia y a ella misma para sellar el compromiso de unión.
Es complicado determinar el origen de esta creencia, los textos se dividen entre un origen egipcio y otros sobre un origen romano y consiste en que existe una vena (la vena del amor o amoris) que conecta directamente el dedo anular con el corazón. Aquí el significado del anillo de compromiso comienza a adoptar ese matiz romántico que conocemos hoy en día.
La religión judeocristiana se encargó de darle el significado religioso que conocemos hasta nuestros días. Comencemos con los judíos quienes en el siglo VIII ya portaban una especie de anillo de compromiso, sin embargo, éste era entregado a la hora de la ceremonia nupcial.
Los cristianos en el siglo XIII formalizaron el rito de entregar un anillo de compromiso antes de la unión de la pareja y el oro comienza a ser el metal protagonista de estas joyas. Y no fue hasta 1549 que el rey de Inglaterra, Eduardo VI plasmó en el Libro de Oración Común que el anillo de nupcias debería ir en el dedo anular de la mano izquierda.
Nos remontamos hasta 1477 donde el emperador Maximiliano de Habsburgo conocido también como Maximiliano de Austria realizó un obsequio a su amada y bien posicionada políticamente la duquesa Mary de Burgundia, heredera oficial de las tierras de su padre con cientos de pretendientes que se adaptaban a su rango, pero la diferencia la marco un anillo de compromiso.
Maximiliano contactó al joyero más destacado de la época y le encargó un anillo de oro con diamantes. Según la GIA (Instituto Gemológico de América por sus siglas en inglés). El anillo presentaba diamantes largos y estrechos montados en forma de “M”, inicial de la mujer que pretendía para así pedirle matrimonio. Finalmente, esta historia terminó como en cuento de princesas con todos felices y así es como surgió el primer anillo de compromiso con todas las características que conocemos hoy en día.