Las joyas reflejan de una manera elegante un momento especial, como lo es la primera comunión donde niños y/o jóvenes dan un paso más en la confirmación de su fe y afianzan lazos familiares para la posteridad.
Un dije, una medalla o un crucifijo en oro es la mejor manera de guardar un grato recuerdo y la elección del diseño depende de la personalidad de cada individuo, por ejemplo, si es un pequeño juguetón, valdrá la pena una forma más atrevida o si ya comienzan a asomarse rasgos de juventud, algo más dinámico y moderno puede ser la opción.
La figura de una encantadora virgen en oro blanco, rosa y amarillo coronada con brillantes de zirconia va perfecto con una personalidad más tierna y juguetona e incluso femenina. Para un varón podría elegirse una medalla.
Hay personas que reciben esta ceremonia un poco más grandes, llegando a la adolescencia y los gustos pueden ser más juveniles y menos tiernos, sin dejar de lado el verdadero valor simbólico del elemento. Por ejemplo, un crucifijo combinado de oro blanco y oro amarillo con incrustaciones de ziriconas que dan la sensación de volumen por sus líneas frescas y juguetonas resaltarán de una manera moderna el momento.
Si es complicado determinar la personalidad del menor que recibirá la primera comunión, una pieza infalible es una medalla. Durante muchas generaciones esta pieza ha sido el regalo ideal de padrinos, familiares o amigos para coronar el evento. San Benito o Madona son figuras que pueden estar grabadas en esta icónica pieza.
Finalmente, lo más importante es el valor y significado del momento, por lo que cualquier pieza de joyería regalado con mucho amor, es un buen detalle que será recordado y estará presente durante toda la vida de la persona que haya hecho su primera comunión.